EL APORTE DE LA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN EN LA COMPRENSIÓN DE LA PROBLEMÁTICA SOCIAL, ECONÓMICA, CULTURAL Y POLÍTICA EN COLOMBIA
La realidad colombiana evidencia la exclusión social por fenómenos injustos, que son creadores de víctimas y desigualdades indignantes. A lo que se suma la explotación en el contexto de globalización, que es promovida por la ideología neoliberal. Por lo que resulta aplicable la oposición dialéctica del concepto de liberación, frente a una realidad con dependencia y opresión. A su vez, es conocido el estudio de Fals Borda (1963) de la violencia en Colombia, que incluyó una investigación sobre lo que es el campesino colombiano, mostrando la realidad histórico-social de nuestras comunidades, con sus necesidades y metas, que proyecta una recurrente división social y juicio de validez al sistema social basado en capitalismo, en el marco de una redefinición del sentido de las responsabilidades frente al fenómeno social. Entonces, se plantea recurrentemente el interrogante sobre el medio para cancelar el subdesarrollo y la dominación que tipifican nuestra condición histórica (Salazar Bondy 1968).
Bajo esa tesitura, se identifica que el marco teórico de la Filosofía de Liberación (FL) está íntimamente vinculado a la superación de la dominación y el subdesarrollo y el propósito de este cambio histórico trascendental. Este es un “nuevo modo de reflexión filosófica concreta, histórica e inculturada, enraizada en la praxis liberadora, como contribución teórica a la misma” (Scannonne, 2009). Por lo que la FL resulta un apoyo filosófico para un cúmulo de exploraciones y análisis críticos con conciencia histórica de los pueblos, que estudian los procesos culturales, políticos y sociales, con una interpretación populistas o dogmática. La justificación era la búsqueda de la transformación mediante la liberación integral con identidad cultural, basados en la experiencia de los oprimidos y marginalizados.
El aporte de la FL es su capacidad para desnaturalizar las estructuras de poder y las desigualdades sociales en Colombia, cuestionando las narrativas dominantes al exponer las formas en que opera el poder económico, político y cultural, su concentración y la afectación de la dignidad de las mayorías. Al rastrear los orígenes del conflicto armado colombiano, la FL exhibe la concentración de la tierra, la exclusión social y la violencia estatal como factores determinantes en la configuración de la sociedad. Con la descripción de las relaciones de poder asimétricas, la FL pone de manifiesto la dominación, la explotación y la opresión que caracterizar la articulación entre los grupos sociales, con lo que se genera discriminación racial, étnica y de género, con un desequilibrio en la pobreza multidimensional registrada en el campo frente a la de las urbes. A lo anterior se suma la promoción de la construcción de identidades desde la resistencia, lo que sintoniza con la cultura popular, las tradiciones indígenas y afrocolombianas y sus identidades colectivas frente a diversas formas de dominación.
Los ideales de la FL se identifican en los discursos sociales y políticos de sectores afines a causas sociales, cuando abanderan la justicia social, a través de la defensa de derechos humanos, la promoción de la igualdad y la equidad, y la redistribución de la riqueza. Así se leía el programa de gobierno del entonces candidato Gustavo Petro, para el proceso electoral del año 2022:
“Este programa para el cambio, construido desde los territorios y las voces de sus gentes, está concebido como el inicio de una transición, que en lo inmediato hará posible la vida digna, la superación de la violencia y la justicia social y climática, al tiempo que se consolidan las condiciones permanentes para una paz grande que le permita a toda la sociedad colombiana una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Complementa lo anterior, la exposición de motivos presentada por el actual Gobierno para justificar el Proyecto de Ley No. 222 de 2022 Senado- 261 de 2022 Cámara, por el cual se creó el Ministerio de Igualdad y Equidad, que reconoce el potencial económico, cultural, natural y social del país, a pesar de tener uno de los niveles de movilidad social más bajos del mundo. Lo que se reconoce como un desafío y requiere lograr que la riqueza del país sea aprovechada por toda la población en las mismas condiciones, lo que exige al Estado proveer elementos de eliminación de brechas y cierre de desigualdades. Lo anterior sirvió de justificación para la creación del Ministerio, asignándole como propósito “generar condiciones de bienestar, equidad, igualdad de oportunidades para el acceso equitativo de bienes y servicios de educación de calidad, trabajo digno, vivienda en condiciones óptimas y la erradicación de todas la formas de discriminación, incluyendo el racismo estructural”.
Como se observa, la Filosofía de la Liberación ha servido de guía para la propuesta de transformación social, más allá de un simple análisis de la realidad. Argumenta los exponentes del actual Gobierno es a partir de la experiencia de los pobres (oprimidos para la FL), que se presenta como un deber ético, construir un mundo más justo y equitativo, con procesos de participación ciudadana más activos y transparentes, en el marco de una sociedad plural y multicultural, que respete a diversidad étnica, cultural y lingüística del país.
Sin embargo, la historia reciente está demostrando que esta propuesta cayó en un reduccionismo economicista, que se limita a enfatizar las dimensiones materiales de la opresión, y no se cuenta con la real capacidad para articular una visión política concreta y unificada, que se evidencia en la fragmentación de los movimientos sociales y la persistencia, en su interior, de estructuras de poder y la presencia de fenómenos de corrupción. Por lo cual, los pregoneros de la Filosofía de la Liberación requieren un acto de contrición, desde el más profundo arrepentimiento, que les permita reconocer las profundas limitaciones y desafíos que enfrenta esa corriente de pensamiento en el contexto colombiano actual.
Comentarios
Publicar un comentario